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El ejército que no puede ser

Empezaré con una anécdota medieval: el otro día hice daño a un compañero de armas. Le di demasiado vuelo a la espada cuando no debía y le propiné tal golpe en la clavícula que tuvo que dejar de pelear. Yo me pasé todo el fin de semana preocupada, pero al final resultó que la cosa se saldó sin ninguna lesión mayor, lo cual sin duda me alivia, pero no quita que deba tirar con un poco más de cuidado.

Cuando juegas warhammer, este tipo de actitudes no tienen una repercusión que se traduzca en una lesión o daño físico, pero sí tienen consecuencias. Si un jugador le mete una patente paliza a otro, seguro que no ha sido muy divertido para el segundo. Teniendo en cuenta el tiempo de preparación del ejército y de la partida, esto puede llegar a fastidiar.

Últimamente le he dado unas cuantas vueltas a esto para cambiar mi actitud en este sentido, así que he invertido tiempo y esfuerzo en conseguir un ejército que no se dedicara a matar alocadamente al rival, sino que tomara la mesa y venciera por objetivos mientras el rival lo iba destrozando. Mi idea era que aunque acabara fuera de la mesa, tuviera ocasiones de ganar la partida.

La facción elegida fueron los tiránidos, porque yo creo que debe haber pocas cosas más divertidas y visuales que ametrallar a una enorme horda de alienígenas que intentan devorarte. Yo ya tenía muchos tiránidos, pero la estructura de este nuevo ejército me llevó a que no compartiera prácticamente ninguna miniatura con el original. Me he dado un hartón de montar y pintar, y no me arrepiento.



Lo jugué unas cuantas veces contra ejércitos contra los que mi técnica no era especialmente buena, y los resultados no fueron del todo esperanzadores: dos derrotas y una victoria, en todas el oponente me eliminó prácticamente, y la victoria yo creo que fue un poco que se dejó.

La verdad es que tenía honestas dudas de que el ejército fuera viable en absoluto, pero me gustaba la idea de apuntarme a un torneo grandecillo y probarlo contra quien se pusiera delante. Pensé que aprendería algo, y que mis oponentes se divertirían. Estuve montando y pintando casi hasta el último momento, y llevé mi ejército en unas condiciones aceptables.

En principio no tenía muy claro cuanto de factible era mi idea de “asfixiar” mediante el número. No solo las opiniones de internet estaban en mi contra, es que además a mí no se me da especialmente bien, y encima manejar ejércitos de grandes números es lento y denso para un torneo largo de cinco partidas distribuidas a lo largo de dos días. ¿Cómo fue?

Primera ronda. Llego veinte minutos tarde, apuradísima, y muerta de vergüenza porque soy un desastre, pero no importa… porque mi oponente llega una hora y media tarde. Mi ejército no se puede jugar en esas condiciones de prisas, pero de todas formas tampoco creo que fuera a funcionar. El jugador era miembro de un equipo y se diría que tenía que demostrar algo, con sus custodes a medio montar y tercio pintar. Creo que en el tercer turno no quedaba un tiránido, y obviamente no había puntuado lo bastante. Le cundió la hora y media.

Segunda ronda. Llego quince minutos tarde, porque tuve que cambiar el coche de sitio para no ser multada y el custodio de primera ronda no me había dejado tiempo. Por fortuna mi rival es de una elegancia y un buen trato en el juego que hacen de la partida la experiencia que yo espero de un wargame. Su guardia imperial está impecablemente pintada. Me las arreglo para tomar con mucho ímpetu la mesa siguiendo mi idea inicial, pero la misión no acompaña, pues solo se puntuaba por dos objetivos, y se puntuaba UN MONTÓN al final de la partida… en el que no quedaba ni un tiránido. Así que en conclusión, derrota significativa, a pesar de que tuve muy buena fortuna con las salvaciones y cierta condescendencia de mi elegante rival.



Durante la parada para comer, estuve intercambiado anécdotas y experiencias con este. Yo creo que una buena parte de la experiencia de los eventos no ocurre en las partidas, sino entre estas, así que supongo que con esta buena partida y mejor conversación, doy el día por bueno.

Tercera ronda. Aquí ocurrió algún tipo de conflicto y el oponente de mi amigo de juego habitual se fue, así que le cedí a este último mi ronda porque sé que a él le fastidiaría más que a mí. Como ya no había más rondas, me vine a casa, no sin antes comunicar a la organización que al segundo día no iba a ir. No es que estuviera molesta con las partidas (una de dos divertidas, está bien) o con mis derrotas (llevaba un ejército experimental, no pasa nada). Y no es que la experiencia fuera mala, pero muy rápidamente la puse en la balanza con un día normal en el que saliera a hacer pesas, correr, publicara una escena de “Eina” y pintara unas miniaturas… y el acudir al segundo día del evento me pareció peor que… eso, un día de entrenamiento y pintado.

Poniéndolo en conjunto, diría que había dos torneos ocurriendo. Por una parte estaban los profesionales sesudos del juego competitivo, con los caballeros grises (pero grises de que están del plástico) o sin brazos, que se hacen hoy eldar y mañana mechanicus según sople el viento, y que padecen las fricciones y peleas propias de los entornos fuertemente competitivos. Por otra parte había al menos dos Votan, un devorador de mundos, un guardia imperial y otros ejércitos “flojos” que casualmente sí que estaban trabajados.

No sé, yo solo soy una jugadora random sin demasiado que decir en todo esto, pero en mi humilde opinión, hay mucho camino entre “ve con todo gris, sin brazos y modales los justos… si llegan” y “todo pintado y full representado”, pero si lo que se fomenta es simplemente potenciar el factor más competitivo de los equipos ganadores de torneos, ¿por qué llevar miniaturas? Podríamos llevar simplemente las peanas con un cartel indicando qué unidad son, o directamente un cartón, y que todo el mundo vaya con lo que mejor funcione y a ver quién lo hace mejor y saca más en los dados.

No es que esté enfadada, ni nada por el estilo. Sí que estoy un poco chafada** y se me junta con mi abandono de mi grupo principal de telegram, pero incluso eso se me pasará muy rápido. Tengo cuarenta años y no voy a dedicar a pensar en todo esto más que esta misma reflexión*, pero en la misma tónica, veo complicado que vuelva a darme un madrugón e irme a un torneo si no veo unas condiciones que me hagan intuir que el ambiente va a parecerse un poco más a un grupo de rol y un poco menos a un torneo de magic.

* Como mucho me durará hasta el lunes, cuando mi profesor de espada medieval me grite “coge bien la espada, Valeria”, “Eso no es una estocada ni es nada”, “Eres lenta, Valeria, rígida y lenta, se te ve venir”.

** Nada de esto tiene que ver en absoluto con la esforzada organización, que sin duda hizo un gran esfuerzo y se vive para que todas las personas que asistimos, disfrutemos.