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Ayer dejé mi grupo principal de warhammer

En fin, ¿qué decir? Puede sonar a poca cosa, pero era mi forma principal de compartir mis miniaturas y escenografías, comentar las novedades, buscar jugadores y demás. Yo no lo fundé, pero el que sí lo hizo está fuera de combate, y creo que su primera partida “moderna” fue conmigo. Creo que hizo el grupo en telegram y no en whatsapp para que yo fuera. Yo era, junto a otros, moderadora del grupo.

No pretendo entrar en grandes exposiciones de cómo se produjo esta situación. Creo que quedó muy patente que había un disgusto muy importante con las actitudes de algunos miembros, y es un grupo bastante libre en el que el precio de dicha libertad es que puedes tener que aguantar personas que no son de tu cuerda. El problema, para mí, llegó en que eso derivó en la aceptación de un modelo de discurso victimista y acrítico que siempre iba a concluir en que las actitudes tóxicas fueran las imperantes. De hecho ya se había vuelto así, solo que yo no quería verlo. Me he ido tarde, como de una mala relación de la que no quieres aceptar que se ha acabado porque has echado demasiados recursos en ella.

Ignoro cuál es mi camino warhammero ahora sin este grupo, que para mí había sido importante. Para mí warhammer no es simplemente mover muñecos, sino que implica al menos (1) el típico gusto melancólico que me retrotrae al cumplimiento de los sueños juveniles, (2) la forma de la que me pude más o menos manejar con mi frustración vital y laboral, y (3) fue el primer entorno de mi vida en el que me mostré a mí misma como una persona trans.

No sé si encontraré otro grupo de warhammer en el que yo pueda interactuar de una forma tan natural, enseñando mis humildes logros, conversando y buscando partidas de forma prácticamente diaria. Cuando pulsé el “abandonar grupo” era perfectamente consciente de que igual esto significa que en unos meses estoy vendiendo las miniaturas y las escenografías, sin más drama que el hecho de que no las estoy utilizando, y para eso les saco cuatro euros y me compro una espada nueva. A fin de cuentas, cada momento vital tiene sus cosas, y esto no es para nada mi fin como persona, sino una ocasión más, como ha habido miles, de fluir hacia nuevas experiencias.

A fin de cuentas puedo perfectamente vivir sin (1) el sueño melancólico, y ahora mismo no tengo (2) frustraciones especiales, y finalmente (3) ya soy trans en todos los entornos de mi vida. En definitiva: no debería pasar nada ni aunque lo deje al cien por cien.

Eso no quita que estoy pasando por unos procesos emocionales un poco negativos que limitan de forma perceptible mi escasa estabilidad. A fin de cuentas yo soy una persona trans que no aspira a cosas como tener una familia o reproducirme, ni encuentro ningún interés en la realización laboral, ni nada así. Soy muy poco más que una guerrera cyberpunk que programa cosillas y juega con sus muñecos y espadas.

Últimamente encuentro mucho más interés en escribir “Eina” que en pintar warhammers y hacer escenografías, pero me da que esta percepción puede exagerarse más. Lo único que objetivamente es un poco feo de todo esto -dejando fuera los aspectos románticos- es que también es recortar las interacciones sociales. No solo en el número de días que quedo para hacer actividades, sino en lo que me comunico en los días más solitarios que solo salgo de casa para hacer deporte.

No es mi mejor día, supongo.