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Yo no soy un hombre

Esta sencilla afirmación que bien podría ser una ocasional expresión trans que no destaca especialmente en las entradas de este u otros blogs con temática de identidad de género, es también una parte de la simplificación del diálogo que Eowyn mantiene con el Rey Brujo en la, en mi opinión, terriblemente desacertada adaptación al cine de Peter Jackson de “El señor de los anillos”.

Traigo esto a este espacio en clave de humor para señalar que mientras personas activistas trans pierden su tiempo en cosas poco importantes como impedir que nos maten, visibilizar nuestra situación o conseguir que las leyes nos validen, yo dedico mi tiempo a dar respuesta a cuestiones mucho más importantes como, ¿podría yo, mujer trans, vencer al Rey Brujo de Angmar? ¿Domar a un unicornio con mi pureza? ¿Alistarme en las hijas del emperador? Acompáñame en esta inútil especulación que no aportará nada a tu vida.

El Rey Brujo de Peter Jackson.

Con cinematográfica letalidad, el rey brujo está sembrando el pánico en la alianza de tropas gondorianas y la caballería rohaniana. El público espera que se produzca un poderoso diálogo en el que Eowyn tenga su minuto de gloria, y en fin, esta le informa de una forma muy literal con la frase que da títutlo al artículo de que la profecía contractual que le unía al éxito está a punto de ser hackeada, y le viola el casco con la punta de la espada. ¡Bravo!

En una interpretación literal, se diría que el poder con el que derrota al Rey Brujo se deriva de su no-masculinidad, pero no sé por qué, tengo la sensación de que si yo le informara de que “no soy un hombre”, el rey brujo se descojonaría de mí y me sacudiría un mazazo despropoporcionado mientras me dice, “tú a callar, travelo”.

¿Significa esto que el Rey Brujo de Peter Jackson me derrotaría? ¡En absoluto! Yo habría escuchado la historia de cómo Aragorn derrotaba nazgules a montones con… ¡una antorcha! Sí, me habría llevado una a esta importante batalla. Quizá dos, por si acaso. ¡Asunto solucionado! Quiero mis puntos de experiencia.



El unicornio

Según ciertas visiones occidentales de esta leyenda, una partida de caza que llevara a una doncella con ella podía llegar a domar a esta criatura boscosa gracias a la pureza de la dama. Ya ves, estimado lector, lo retorcido que es esta montura premium, que no vale con pagar el DLC de turno, sino que encima tiene unas condiciones hiper retorcidas.

Yo conocí esta situación durante los años noventa cuando mi máster de AD&D se la sacó de la manga, no porque tuviera un especial apego por la revisión cristiana del mito, sino porque le parecía que el bicho tenía mucho nivel y podía ayudar demasiado al grupo. Y mucho ojo, que en dicho grupo había varios personajes femeninos, pero el máster se aferró a la visión más integrista, y el puto caballito de las narices detectaba que tuvieras el himen intacto… ¡y el maldito máster conocía las vidas sexuales de nuestras personajes! Esta anécdota tiene un final glorioso que excede al contenido del artículo.

No quiero dejar la ocasión para señalar que esta criatura mítica muy empleada en la actualidad por la gente queer señala de una forma muy curiosa al acto de cabalgar, que durante mucho tiempo evidencia la horrible situación machista que nos ha venido heredada en nuestra cultura. Quizá los lectores más jóvenes no conozcan la incómoda forma de cabalgar sin poner el riesgo el himen, “a caballerizas”, o sea, con las dos piernas en el mismo lado del caballo. ¿Que no tienes ni puto equilibrio y te vas a caer a la primera? Sí, pero cuando tu virtuoso marido te penetre en tu tetraplegia, tendrá la prueba de que eras virgen. Todo bien.

Como testigo silencioso de esto, os traigo la progresión de las hechiceras bretonianas de Warhammer. Ya veis, la editada en el siglo XXI ya ha decidido que pasa de todas estas mierdas, pero que lo de ponerse calzado y estribos… otro día.





Así pues, ¿podría yo como mujer trans domar al unicornio? Yo creo que no, pero en el mismo sentido en el que no podría subirme en el autobús de hazte oír. Largo, puto caballito tránsfobo, pienso pedir un refund en steam.

Las hijas del emperador

Esto viene a ser un poco similar a la profecía del Rey Brujo entendida así de una forma literal y sacándola de su contexto y riqueza literaria. Para aquellos que no conozcan Warhammer 40.000 y particularmente el convulso episodio conocido como “la era de la apostasia”, diré simplemente que el tirano “Goge Vandire”, hábil político de ego totalmente descontrolado había conseguido poner bajo su mando la rama administrativa y religiosa del imperio. En ese momento era la persona más poderosa de la humanidad, y en la historia solo era superado por el propio emperador y por el señor de la guerra Horus en la herejía homónima.

Pero Vandire quería que este poder político y religioso se viera acompañado de un poder militar religioso, y la absurda legislación y burocracia del imperio se lo impedía: el administratum era una organización puramente civil, y el dogma de la eclesiarquía establecía que no podía tener “hombres de armas” (men at arms). El lector ya se imagina el truquillo que se le ocurrió al amigo Vandire, quien se puso a formar una unidad militar femenina, “las hijas del emperador”, que tras la muerte de este se refundaría en “las hermanas de batalla”.

Entonces, ¿podría yo, mujer trans, alistarme en las hijas del emperador? La verdad es que no lo tengo muy claro. En este caso la cuestión es muy resbaladiza porque tal y como yo entiendo el imperio de Warhammer, cada planeta tiene sus leyes y formas de organizarse en tanto que estas sean compatibles con la adoración al emperador y, je, paguen el diezmo regularmente.

Así que creo que es posible que si lograra autodeterminarme en algún planeta del vasto imperio, Goge Vandire podría aceptarme. A fin de cuentas, mientras estuviera cubierto legalmente…No sé, creo que en este caso estoy abierta a la opinión de los lectores. Os dejo con una ilustración del eclesiarca para que os ayude a formaros una opinión.



También supongo que esto depende mucho del momento “histórico”. Creo que está claro que al principio de todo el asunto podría ser importante el detalle legal, pero ya metidos en la jarana de una guerra civil… quizá importaba un poco menos.

Bonus track: el Rey Brujo de Tolkien

Antes de que los tiempos de interné y las redes sociales se impusieran y redujeran la capacidad de atención de un occidental a, como mucho, la duración de una película, escribíamos compendios en papel en los que establecíamos ideas un poco profundas y que se enmarcaban en un contexto que había que recordar durante más de una escena, y que podían motivar la relectura o el debate en entornos culturales.

El contexto del combate entre Eowyn y el Rey Brujo es, en mi opinión, mucho más rico que el pobre trasfondo que o bien Peter Jackson no entendió, o bien quiso simplificar pensando que su público tenía limitaciones.

El contexto no implica que el Rey Brujo tuviera una bendición que lo protegiera de los guerreros masculinos con una exención legal que aprovechar si eres Goge Vandire, sino que el elfo Glorflindel, que ya era coronel cuando Elrond era corneta, afirmó lo siguiente (cuando Elrond ya no era corneta, eso sí):

“No volverá a esta tierra. Lejos está todavía su condenación y no caerá por mano de hombre”.

Esto debió llega a los oídos del Rey Brujo, quien probablemente se lo apropiaría en su propia versión. Como se entiende, no es que el Rey Brujo tenga un hechizo mágico que lo protege de las espadas sujetadas por seres masculinos, sino que simplemente Glorfindel tenía una honda consideración de su enemigo, a pesar de que en esa ocasión lo derrotó.

Vamos a la pelea con Eowyn, en la traducción de… ¡no lo sé! Alguien quizá tránsfoba se llevó las novelas de mi madre.

“— ¡Vete de aquí, dwimmerlaik, señor de la carroña! ¡Deja en paz a los muertos!
Una voz glacial le respondió:
— ¡No te interpongas entre el Nazgûl y su presa! No es tu vida lo que arriesgas perder si te atreves a desafiarme; a ti no te mataré: te llevaré conmigo muy lejos, a las casas de los lamentos, más allá de todas las tinieblas, y te devorarán la carne, y te desnudarán la mente, expuesta a la mirada del Ojo sin Párpado.
Se oyó el ruido metálico de una espada que salía de la vaina.
—Haz lo que quieras; mas yo lo impediré, si está en mis manos.
— ¡Impedírmelo! ¿A mí? Estás loco. ¡Ningún hombre viviente puede impedirme nada!
Lo que Merry oyó entonces no podía ser más insólito para esa hora: le pareció que Dernhelm se reía, y que la voz límpida vibraba como el acero.
—¡Es que no soy ningún hombre viviente! Lo que tus ojos ven es una mujer. Soy Eowyn hija de Eomund. Pretendes impedir que me acerque a mi señor y pariente. ¡Vete de aquí si no eres una criatura inmortal! Porque vivo o espectro oscuro, te traspasaré con mi espada si lo tocas.”




Hay que señalar que la amenaza del Rey Brujo no es ninguna bravata. No le dice a Eowyn que le vaya a dar el mismo trato que al resto de soldados (troncharlos de un hostión), sino que le reserva una tortura personal por desafiarlo verbalmente. Dentro de que en las novelas es un ser que puede cumplir su amenaza y que no tiene nada que temer a… las antorchas, así que Eowyn le echa un buen par de ovarios cuando se parte todo el culo de él, pero es que ahí está el tema. Sigo con mi análisis personal.

Cuando Eowyn dice que es una mujer, no lo hace oponiéndolo a ser un hombre, sino a ser un hombre viviente. Bueno, gracias Eowyn por esta observación con tintes no binarios. En el contexto del desarrollo del personaje podemos incluirlo en el hastío vital que ella vive por el rol que tiene que tomar. Ni se percibe como un hombre, ni como alguien vivo, algo que ya le han privado varias veces. En ese contexto le importa una mierda todo, ya lo había dicho antes.

Una clave fundamental de todo esto es que ella no puede vencer al Rey Brujo. Su valor es el de afrontar con encomiable entereza la impresionante amenaza de un enemigo superior, y no el ser hábil con la espada o aprovechar un resquicio de una profecía. De hecho este gesto habría tenido mucho menos valor si ella supiera que Merry se iba a escurrir como un hobbit sabe para meterle un puntazo al Rey Brujo en todo el hueco poplíteo (o corvejón) con una daga de tumulario obtenida durante el episodio de Tom Bombadil. Ahí ya Eowyn aprovecha, ¡no te jode!

Dicho esto, ¿podría yo, mujer trans, vencer al rey brujo? ¡NO! Ni soy un hobbit ni tengo una daga tumularia.

Y mucho ojo, que entiendo el valor casi poético que tiene toda esta situación y cómo encaja con la observación (que no profecía) de Glorfindel, y con esa enseñanza tolkieniana de que aquello que es valioso no tiene por qué ser el heroísmo habitual de los grandes hombres, sino que se puede esconder en los seres más humildes.

Pero aún así yo entiendo que la acción de Eowyn, que está cargada de valor y de narrativa, es contingente, mientras que un hobbit con una daga mágica es absolutamente necesario. Y no hay tantos.

Resumen

Seguro que la ficción tiene otros aspectos en los que reflexionar sobre la identidad de género. Dejo en el tintero la sangre de virgen para invocar al demonio, la atracción irresistible que sufran los vampiros gusiluz o la posibilidad de… no sé, ¿ser la madre adoptiva de John Connor? Pero en resumen:

-Vencer al Rey Brujo de Peter Jackson: sí, pero como cualquiera, con una antorcha.
-Domar al unicornio: no gracias, mejor me compro una bicicleta en el decathlon.
-Unirme a las hijas del emperador: no tengo ni idea.
-Vencer al Rey Brujo de Tolkien: no, pero quizá Eowyn tampoco.