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Un tipo llamado Luigi (III)

En la parte anterior de esta trilogía establecí que, en mi opinión, ese tío llamado Luigi no es más que otro tipo despreciable cualquiera del sistema, una tuerca un poco más torcida que las demás, pero que no ha hecho nada que el sistema no haya arreglado ya. Supongo que es parte del mundo este cyberpunk, que apenas podemos elegir lo que somos ni lo que hacemos, ni mucho menos tener un impacto relevante en algo.

Mucha gente que estaba encantada con su proyección particular de la identidad del asesino de ricos tiene que implementar toda la nueva información en su cerebro consumidor de destellos de información del siglo XXI. O sea, sé que en algún momento del futuro (¿la semana que viene?) esto no será nada, pero por el momento hasta se puede crear un falso dilema que nos pone por un lado a los villanos multimillonarios que se nutren de la desgracia ajena, y por otra al niño vengador de familia bien que se pone a dar tiros porque le retrasaron su cirugía para el dolor de espalda.

El problemaque tengo con todo este asunto es que es como una novela policiaca en la que el escritor se quedó sin ideas a mitad. Empezó bien, con un asesinato misterioso con tintes de justicia social, y luego siguió con una fuga original y bien planificada, pero el desenlace ha sido bastante mierdoso. Luigi lo tenía bastante fácil para dejarnos una novela que te cagas de buena, simplemente tenía que desaparecer, o pegarse un tiro donde nadie encontrara su cadáver. Habríamos estado especulando durante años, llenando el vacío de teorías locas y de justicia fantástica. No habría cambiado nada, claro, pero habría sido divertido.

Al encarnar el acto en un humano vulgar y corriente, el asunto se vuelve aburrido. Es otra nota más a los pies de la historia, que aún empeorará más conforme a los rasgos personales del sujeto demuestren que es otro miserable homínido pelón cualquiera.

Uno de los aspectos que a mí me fastidian de todo esto es lo de los disparos por la espalda. Nótese que estaba dispuesta a hacer la vista gorda en este punto pobre por el detalle de los casquillos grabados y por la ingeniosa huida, pero aún así todo el concepto de las armas de fuego me desagrada. Bueno, está claro que tienen la ventaja de dejar la muerte al alcance de cualquiera, y democratizar siempre está bien, pero de verdad, que siempre me deja mal sabor de boca. Un disparo, pese a lo que nos dice el cine, es demasiado letal, y probablemente suma a la víctima en la inconsciencia. En este caso no estamos proyectando un mensaje hacia la víctima en sí, a la que le habremos pulsado el botón de “game over” sin que se entere de que narices pasa, sino hacia las personas que observan el hecho, y a mí eso me parece de muy poca consideración. De mal gusto, de persona sin estilo ni recursos.

Yo si fuera él y tuviera un rencor tal que quiero matar a un ser humano personalmente, supongo que querría ver la expresión de terror en sus ojos, controlar la cantidad de daño que sufriera, y percibir su dolor de forma patente. Y ya, si pudiera escuchar el lamento de sus mujeres… ¡maravilloso! Esto es considerado, y no la cutrada esa de los disparos por la espalda.

Valoración final de toda esta historia: 3/10. Y siendo generosa.

Y tristemente, esto viene a ser todo. Pudo haber sido mucho más, pero es uno de esos casos en los que la realidad no supera a la ficción, sino que es una mierda. Pero para no acabar así de mal rollo, voy a dejar una versión resumida, estilo TLDR.

- Un niño pijo con problemas mató a un CEO y se dio a la fuga.
- La policía compartió una foto y en un camarero lo identificó cuando se comía una doble cheeseburger.
- No me gustan las pistolitas.
- Voy a tomarme un yogur.