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Un tipo llamado Luigi (I)

Hubo un tío hace más de trescientos año, de nombre de pila Oishi, que junto con otros cuarenta y seis amiguetes planificó la muerte de otro tipo al que tenían rencorcillo. Para conseguir que bajara la guardia y descontratara a su personal de seguridad, fingieron durante año y medio “estar fuera del negocio”. Oishi repudió a su mujer, fingió volverse adicto al alcohol y estuvo viviendo con una prostituta, ahí es nada, pero otro de sus colegas incluso llegó a casarse con la hija del arquitecto de la casa de la víctima, para hacerse con los planos, lo que tampoco está mal.

Hubo otro tío (matemático, por cierto) fallecido hace un par de años en prisión, de nombre de pila Ted, que quiso obtener una publicación llamativa de un texto suyo que trataba sobre su visión de la sociedad industrial, y para conseguirlo se dedicó a matar gente con paquetes bomba, técnica en la que fue razonablemente eficaz. Finalmente le publicaron su texto, al que se puede acceder hoy en día con facilidad.

Hubo otro tío (programador, por cierto) capturado hace un par de días, de nombre de pila Luigi, que le pegó tres tiros al multimillonario consejero delegado de una compañía de seguros, dejando en los casquillos las palabras “Deny, Defend, Depose”, en referencia a la moralmente debatible forma en la que las citadas compañías se hacen con grandes ingresos a costa de la salud de sus clientes. El tipo en cuestión escapó en bicicleta de lugar, y si lo han pillado cinco días después ha sido porque… ¿se paró a tomar una hamburguesa?

Estos tres sujetos han sido personas de creativo talento para la muerte, que tuvieron una gran determinación y llevaron a cabo su voluntad de una forma expeditiva. Tienen otras cosas en común, pero antes de ponerme con ello, creo que tengo que dejar claro algo, porque puede parecer que admiro a asesinos.

No tengo ningún aprecio por la vida humana, ni la ajena ni mucho menos la mía. Y ojo, que no soy para nada psicópata, yo tengo muchísima empatía, e incluso anteriormente he tenido aprecio por la vida. Simplemente es mi forma de lidiar con la absurda hipocresía a la que hemos llegado en las sociedades cyberpunk del presente. Así que, me importan un bledo la vida de las víctimas de estos sujetos, la vida de estos sujetos, y mi propia vida, por ejemplo. Ni mucho menos admiro sus despreciables vidas, pero sí puedo analizar sus acciones o la belleza de sus sonrisas. También admiraría el talento de los policías que los capturaron, pero… bueno, quizá eso también sea algo que tienen en común los tres: la policía no hizo básicamente nada más allá del trabajo rutinario y mover algo de dinero.

Otra característica común de estos tres sujetos es que estaban muy inmersos en una sociedad bastante convulsa. Oishi formaba parte de una casta guerrera que había perdido su esencia funcional bastantes generaciones atrás, y casi se devoraba a sí misma en un complicado constructo de tradiciones complejas y atribuciones administrativas que apenas lograba mantenerse en equlibrio. Ted era un teórico neoludita que alertaba de las problemáticas de las sociedades industriales y propugnaba cambios radicales. Luigi ha señalado de forma intencionada las carencias de los sistemas de salud y las diferencias sociales.

Pero para terminar con mi camino de tres carriles paralelos isomórficos, creo que ninguno de los tres consiguió nada muy especial. Básicamente, hacer lo que hicieron y quedarse en su casa comiéndose un yogur sería la misma cosa. O sea, tuvieron un gran talento, hicieron algo muy llamativo, y debido a ello son estrellas pop más o menos brillantes y más o menos duraderas, pero no consiguieron nada.

Desde este punto de vista, Oishi y los otros ronin sí que por lo menos habrían logrado lo que pretendían, vengar la muerte de su señor, Asano. Pero sin duda creo que es un talento y esfuerzo desproporcionado para dar conclusión a una desavenencia cortesana sobre un soborno. Es decir, Asano sabía (o era extremadamente idiota) que su orgullo estaba condenando a su mujer, su hija, su hermano y sus vasallos. Mucho esfuerzo para vengar un ego tan desproporcionado.
Ted logró publicar su manifiesto, y algunas personas lo hemos leído, pero ciertamente no es apenas popular fuera de su ámbito local, y desde luego no ha cambiado nada. Acertado o no en sus conclusiones, las personas contemporáneas no necesitan tener una posición razonada sobre sus críticas porque Ted era un asesino inmoral o un imbécil, y eso ya viene a invalidar todo lo demás.

Luigi lo leyó, o por lo menos eso atestigua su crítica razonada en goodreads. Quizá fue una influencia para él, pero este lobo solitario no ha conseguido tampoco nada, más allá de ser un icono pop montentáneo que será acallado por la siguiente canción de moda o la declaración de algún deportista. ¿El CEO al que ha matado? Otra irrelevante pieza del tablero, si cerráis los ojos y os concentráis, seguro que os podéis imaginar al tipo que ha ocupado su puesto, con una sonrisa de oreja a oreja, agradeciendo la oportuna intervención de Luigi. Claro que tendrá algo de miedo, pero tomará medidas. Las listas internas de personal directivo serán secretas, y contratarán seguridad privada, o quizá tengan apoyo público. Si estas medidas suponen un impacto económico, aplicarán más estrategias del tipo “Deny, Defend, Depose”, y a otra cosa.

Los pobres, enfermos y miserables no importan, porque básicamente no tienen fuerza y su opinión no llega a ningún sitio. Están casi fuera de la ecuación. O bueno, lo estarán muy pronto, porque se van a morir rapidito, especialmente si requieren un servicio de sanidad :^D.

Los ricos también son irrelevantes e intercambiables, el mundo sobrevive a la muerte de cualquiera de ellos sin que cambie nada. Pero mientras se mueren o alguien les pega tres tiros, están más cómodos.

Y los que están entre medias, emiten frases sentenciosas en redes sociales y hacen valer su posición personal o política. Consumen de forma dócil los bienes adecuados del sistema, sin pensar mucho rato que pueden ser el pobre o el enfermo, y negociando de forma interna una fantasía irrealista para no darle muchas vueltas a la realidad de que no solo ellos y sus familias son igual de irrelevantes, sino que además confirme la evidente mentira según la cual tienen valores humanos, respetan la vida, y son fuerzas positivas del universo.

Pero, no amigos, somos la misma basura podrida que el pobre y el enfermo, y tenemos exactamente la misma moral que el CEO multimillonario o que el justiciero de la pistola. Simplemente estamos en otra casilla del tablero.

Seguiré con este tema, que es muy divertido.