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Nos quedamos por el ambiente

Hace mucho, mucho, mucho tiempo (concretamente ayer) la cuenta de instagram de la sala Carranza posteó este chanante vídeo cuya inmensa genialidad supera lo que yo pueda escribir. Peero en el texto anexo se nos invitaba a comentar buenos ratos que nos haya aportado la esgrima histórica, a la par que se señalaba "Vinimos por la espada, nos quedamos por el ambiente". No he podido evitar quedarme pensando, pues, sobre lo que esto significa para mí, especialmente ligado con los beneficios físicos, mentales y emocionales mencionados.

Tengo que decir que este texto que escribo empezó siendo un comentario para el post de instagram, pero se volvió demasiado largo y pasó a tener estructura de artículo que finalmente borré porque el conjunto era demasiado desorganizado y no llegaba a ninguna parte. El motivo es que me resulta muy difícil escribir sobre este aspecto en particular sin responder a la pregunta "¿Por qué hacemos esgrima histórica?", una cuestión que es muy amplia. Voy, pues, con esta segunda encarnación del texto, a ver si no me sale otro truño.

Con propósito de no perderme en los subhilos mentales accesorios, parto de mi conclusión final (en negrita), y es que es un entorno emocionalmente balsámico, y creo que no lo es únicamente para mí. Personalmente yo soy una persona débil que necesita este tipo de aportes (y por eso me perjudica tanto cuando siento que se desequilibran).

No puedo hablar más que por mí, pero creo que este potencial balsámico solo se puede aprovechar bien en la medida en la que logres integrar tu participación como partícula a un entorno cambiante que está vivo y en continuo movimiento. Quizá los días de clases son más organizados, pero incluso en estos la entropía solo se puede mantener levemente bajo control con un gran esfuerzo continuado de los instructores. Y las sesiones de asaltos, la actividad se vuelve un bullicio de muchas acciones que, separadas, pueden parecer descoordinadas, pero también persiguen un fin global en un emplazamiento físico bastante pequeño para todo lo que está ocurriendo.

Pero en algún momento del atardecer, muchas de estas partículas cesan su actividad, bien por cansancio o plenitud, y dejan el espacio para algunos individuos que parecen insaciables, o que quizá llegan más tarde tras una prolongada jornada de trabajo o eventos personales. Estos individuos vienen del mundo exterior con otra presencia de ánimo, pero muy rápidamente se preparan, y pueden disfrutar de mucho más espacio en la sala, lo que da lugar, en mi opinión, a otra forma de tirar. A veces simplemente me siento y miro, intentando no solamente aprender, sino también entender. Y algo que he entendido es que si bien hay personas que son muy constantes, ninguna es completamente infalible, así que el ente conjunto es diferente cada día. Esta cualidad nos induce a fluir de forma continua.

Por supuesto, la vida en la sala no es en absoluto tensa, sino que la actividad es distendida y tiene sitio para el humor. Desde luego que este debe alcanzar una armonía con lo que se está haciendo, y si se produce durante las clases, ser acorde con el tono impuesto por el docente o oficial al mando. Es el caso del vídeo vinculado al principio, y para mí forma una parte importante, porque el ambiente distendido me garantiza cierta capacidad de ser yo misma, con la conciencia de que cuando no obro adecuadamente, no recibo una condena marcial inflexible.

No creo que yo sea la única persona del lugar apesadumbrada por el pasado o temerosa del futuro, así que creo que otros entenderán la paradoja de que este tipo de actividad que nos obliga de una forma tan patente a centrarnos en el presente suponga, curiosamente, una evasión de estas otras cuestiones que son más o menos distantes, o que quizá estén completamente fuera de nuestro control.

Y con todo esto, si no la has cagado completamente rompiendo las normas escritas o establecidas por la costumbre, no has hecho caso omiso deliberadamente de las observaciones del personal docente, no te has puesto a malmeter, acosar o difamar a alguna de las partículas, también accederás a mucho compañerismo natural, porque serás parte del uno por cien del uno por cien que no tiene demasiadas conversaciones con sus compañeros de trabajo sobre lo que va a hacer el viernes por la tarde. Ninguno normal, pero pequeñas partes de lo que dan vida a una sala de armas, y la dotan de la cualidad balsámica que era, a fin de cuentas, el tema del artículo.