NotBornVal

Mi cyberespacio

Posiblemente mi mayor frustración en esta existencia sea no poder comunicarme con el resto de seres humanos sin las evidentes carencias de los lenguajes humanos, sino con la claridad de conceptos no sometidos a la estructura comunicativa heredada de la sonoridad. Quizá comunicarme mediante algo parecido a un lenguaje de programación representaría cierta mejora, pero desde luego sería mucho más ineficaz que la estructura de mis pensamientos.

Hasta donde tengo entendido, los primates ancestrales no debían tener un grado de comunicación demasiado mejor al de otros animales actuales, pero en algún momento empezaron a asociar cadenas de sonidos para identificar objetos, y más tarde conceptos abstractos. En algún momento a alguien se le ocurrió que podía usar sus pulgares oponibles para poner esos conceptos por escrito, y el desarrollo de la inteligencia debió acelerar gracias a esta tecnología, pero en lugar de establecer un idioma de la hostia de bueno, dejaron que la vulgar evolución diera lugar a los diferentes idiomas sin mucho control, y como quien no quiere la cosa, surgen las conjugaciones, las declinaciones, el futuro de subjuntivo, esa letra que no suena, o esas dos que suenan igual pero que son distintas. Bueno, y lo que es peor, toda esa gente que pensáis utilizando el lenguaje, lo que es un maldito desastre inmenso. Todo lo que digo en este contenido en mi pensamiento lleva menos de cinco segundos, y no se me ocurre utilizar algo tan lento como las palabras con las que me comunico.

El lenguaje con el que nos comunicamos tiene un gran poder, por lo tanto, para modelar el pensamiento (o sea, el vuestro), y por lo tanto la elección del mismo idioma con el que estructuráis vuestras reflexiones tendrá una influencia que no elegís de cara a dar lugar a conclusiones más o menos útiles. Y aunque al final todos los idiomas humanos comparten bastantes características, las patentes diferencias los hacen mejores para unas cosas u otras. Yo no domino muchos idiomas, pero con pocos que manejo aceptablemente ya me da para ser consciente de este deprimente principio.
Pero si esto no fuera suficientemente malo, el asunto se pone peor según la tecnología va dando lugar a nuevas posibilidades. Ya se sabe, escribir en la roca está bien, pero las pizarras de cera son reutilizables, y ese asunto del papel nos permite llevar kilobytes de información en una mano, lo que en realidad fue un avance pero es bastante poco comparado con un disco duro… pero luego a alguien se le ocurrió que podía poner esa información en un servidor y compartirla con otras personas. Y ya que estamos, también fotos, vídeos, y ya llegamos al caralibro, instantglam, toktok, o cualquier otra mierda. ¿Equis?

Cuatro párrafos y todavía no puedo convencer a nadie de que el contenedor de un mensaje modifica al mensaje en sí mismo. Quienquiera que seas que estés viendo esto, de verdad, ciérralo y ponte a ver un scroll infinito de contenido de mierda. Es mejor equivocarse en compañía que acertar en solitario, se muy bien de lo que hablo.

Pongamos que una persona humana con cerebro, pulmones y todos esos otros órganos generadores de hormonas se abre una cuenta de red social para estar en contacto con otras personas humanas. Al principio puede parecer un gesto positivo, pero resulta que el operario de dicha red social es un actor interesado. Quizá al principio nadie es del todo consciente de lo que está haciendo, porque no hay demasiada ciencia del asunto, pero en cualquier caso lo hace. Y resulta que hay un botón de “like”, que es una herramienta de comunicación rápida y sencilla, y sobre todo, no requiere ningún esfuerzo. El que da el like tiene cierto poder, y el que lo recibe, tiene un subidón de una de esas hormonas que generan placer. Y milagros de las microrecompensas, se vuelve adicto en a toda velocidad.

Mientras tanto, el prestador de la red social obtiene mucha información de cómo funciona todo esto. Con ella empieza a hacer ciencia y a optimizar todo lo que está a su disposición, para mejorar sus beneficios. De hecho, con unos pocos likes ya sabe cuál es la orientación política y social del individuo, y puede elegir qué le ofrece para que esté más satisfecho. El acto comunicativo ha cambiado de nuevo.
En verdad el sagaz dueño de las redes sociales y sus capacitados ingenieros no necesitan del todo el like, porque valoran perfectamente las interacciones del usuario, saben donde se detienen sus ojos, cuanto tiempo invierte en un vídeo de mierda, y lo que esto significa, y optimizan lo que le van a ofrecer.

La herramienta en sí ya no propicia particularmente el contacto entre las personas. Bueno, no es que le moleste hacerlo, pero en cualquier caso la gente ya solo sube las cosas que les han salido especialmente bien o sus momentos de vacaciones, alguna chorrada de sus mascotas y esas lamentables fotos de comida.

La mayor parte de contenido pasa a consistir en mensajes bien orientados de personas que piensan en cómo obtener su propio beneficio del asunto. Algunos llegan a ser profesionales, y otros fracasan en el intento o se conforman con satisfacer una necesidad narcisista, pero sea la que sea la faceta que le interese al usuario que años atrás quería ver cómo estaban sus amigos y familiares, ahora ve contenidos de cómo entrenar y ponerse más cañón, o qué comer, o cómo organizar su casa, o su ordenador, o lo que sea, pero en fragmentos muy cortos que no exijan demasiada atención, porque queremos el dueño de la red social quiere un adicto a esa hormona que genera placer, de la misma forma que con la microrecompensa del “like” o del comentario.

El contenedor del mensaje ha cambiado el mensaje. Bueno, quizá no cambió el primero de los mensajes, pero con el paso del tiempo, sí, ha cambiado el mensaje. Y si acaso tienes un mensaje que es contrario a esta tendencia, se va a pudrir en el vacío de la desinformación, porque la red social va a determinar que no es lo que quieren oír el resto de usuarios. Quizá sea demasiado largo, o demasiado deprimente, pero sea como sea, va a desaparecer.

Pero la cosa va más lejos. Como la red social puede controlar lo que el usuario ve, muy fácilmente puede cambiar lo que piensa abusando de su sesgo de confirmación, y esto lleva, por ejemplo, a manipulaciones electorales que no son para nada un secreto. El poder de la red social antes ya era inmenso porque dominaba sobre las doctrinas del consumo, pero con esta nueva capacidad entra en el lenguaje legislativo y domina en una nueva dimensión el futuro de los seres del planeta.

Quizá este sea el aspecto más irónico. O sea, quizá alguien piense en salirse del sistema. Por algún motivo, yo soy totalmente inmune a las redes sociales, que no me producen otra cosa que aburrimiento. Supongo que me gustaría equivocarme con los demás, y por lo menos tener el aporte positivo y ser una adicta más, pero ahí estoy cometiendo la estupidez de leer libros.

En cualquier caso, aunque una persona no use redes sociales, sigue sometida a los dictados de esta, porque el resto de personas lo determinan así. La capacidad de tomar decisiones ha sido totalmente anulada. Si entras en el juego, pierdes, y si no entras, pierdes también.

Qué desastre, más de mil doscientas palabras y no solo no he podido ahondar en los criterios técnicos y matemáticos mediante los cuales todo esto ocurre, sino que las limitaciones del lenguaje limitan la claridad con la que puedo explicar el concepto.

Si has llegado hasta aquí y no te he convencido, para ya, porque ahora lo que desarrollo a continuación parte del supuesto de trabajo de que esto es cierto. Y lo es, vaya, pero si eres una persona que piensa que las redes sociales están bien, y que no ha sido manipulada para que piense lo que actualmente está pensando, lo que aquí diga no te va a servir de nada más que para perder el tiempo.

Los que sí penséis que todo este asunto es una mierda que estamos tragando, sigamos adelante. Acompañadme atrás en el tiempo. No al homínido que se le ocurrió utilizar su pulgar oponible para registrar su pensamiento con ayuda de herramientas, sino un poco después, a los años noventa. Por aquel entonces ya intentaban condicionar nuestro pensamiento mediante la prensa y la televisión, y lo lograban de una forma bastante efectiva, pero desde luego no había redes sociales. Por aquel entonces empezaba a aflorar eso de internet, pero no le interesaba a demasiadas personas. Yo tuve mi primera web cuando en españa los internautas de este país eramos doscientos mil, menos de cinco por mil de la población.

Las posibilidades de que las empresas de la información perdieran el control instauró la creación de un sentimiento de optimismo tecnológico que a todas luces se ha mostrado equivocado. Ya conocemos el final y a lo que nos ha llevado el acceso global a la información, pero por entonces no lo veíamos venir. Las herramientas con las que nos comunicábamos eran mucho más simples a todos los niveles, no solamente sus interfaces eran mucho más limitadas, sino que además no había ningún actor implicado que dijera lo que podíamos o no podíamos hacer. Claro que hacer una web, mandar un correo o mandar un fichero tenía un alcance muy limitado al cinco por mil de la población… pero es que ahora el alcance de cualquier acto que no pase por cumplir la normativa implícita de las redes sociales es menor.

Y para señalar cómo eran las cosas, cuento con una curiosa novedad que casi ninguna persona que lea este contenido conocerá. Esta está muy relacionada con las personas que somos usuarios de cyberdecks, que son el tipo de terminales que típicamente aparecen en las narraciones cyberpunk. Muchos de sus usuarios tenemos cierta preferencia por las herramientas que se ejecutan en la consola de comandos. Que es como se hacen profesionalmente, lo de las interfaces gráficas es un poco para usuarios, pero eso es otro asunto.



Lo que se puede ver en mi cyberdeck es una vista cualquiera de cyberspace.online, una red social reimaginada para representar el tipo de comunicación que pudo haber sido. No hay que caer en la trampa de quedarse en pensar que simplemente es un diseño diferente del mismo concepto, o que obedece a una necesidad de consumo de unas personas trasnochadas que fantasean con dispositivos "do it yourself". La mayoría lo usamos desde ordenadores o móviles convencionales.

Lo que define a cyberspace es su concepto fundamental. Red social deconstruida, comunicación limitada a palabras, sin IA, vídeos, sugerencias, anuncios, cryptos, ni desde luego un algoritmo que elija lo que podemos ver a continuación. Para mí esta es la parte más importante: vemos los "post" uno detrás de otro, por orden de publicación. Y no es piense que sea muy útil, no es que la gente que está ahí sean tus amigos, aunque quizá puedas obtener alguno. La cantidad de usuarios total es minúscula, aunque algo crece.

Y no pretendo abogar por esta red social. Es prácticamente un proyecto artístico de un desarrollador con el que se puede hablar, y que está sometido a las condiciones de su propia existencia, así que la deriva de cyberspace online es impredecible. Pero la experiencia que siento participando es realmente una mirada un universo alternativo que no puede ser. Un pequeño micromundo que no cambiará nada, pero que me permite mirar hacia el evidente colapso de la civilización humana y compartirlo con otros homínidos que también son conscientes.

El sentimiento de saber que estamos en una distopía, y participar en una pequeña actividad de ocio que se jacta de ello hasta casi el humor negro es muy particular, no se parece a otras cosas que he experimentado, así que no tiene nombre, siguiendo esa maldita costumbre de las limitaciones del lenguaje humano. Dentro de mi cabeza comunicada por conceptos no necesito una palabra, porque si cada vez que la necesitara tuviera que pensar dos mil palabras, iría servida, pero por si os apetece hablar de ello, he decidido inventarme una: enestia.