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Mi anorexia trans

Una de las cosas curiosas del setting cyberpunk del siglo XXI es que puedo decir lo que me da la gana en mi blog. Esto es así porque, principalmente, no le importa a nadie, pero vaya, que creo que esta va a ser la primera y última vez que justifique mi anorexia.

Antes de seguir, quiero dejar claros unos preceptos. El primero es que para mí el mundo en el que vivimos es cyberpunk, y como tal podemos modificar nuestro cuerpo de forma acorde a la tecnología disponible. Si decidimos tatuarnos, llenarnos de metal, quitarnos el vello o tomar esteroides, es cosa nuestra. Incluso en los casos que son ilegales (como este último de los esteroides) no se persiguen más allá del deporte profesional.

Sé que esto va a sonar un poco “naive”, pero para mí esto fue evidente cuando decidí quitarme la barba de forma permanente. Para la mayoría de personas esto puede sonar totalmente trivial, pero para mí era un símbolo muy importante de la masculinidad que había estado presente en mi vida de forma involuntaria. Claro que quería quitármela (quiero, a fecha de hoy estoy en el proceso), pero todo el acompañamiento psicológico que tuve en este sentido fue concertar una cita con la chica del centro de estética.

Como segundo precepto, señalaré que hoy en día, en las ciudades del delirante cyberpunk 2023, los cuerpos son totalmente variados y da totalmente igual. Tan pronto ves una chica que ha tomado esteroides hasta llegar al punto en el que puede partir cocos con el biceps, como otra que se ha puesto unos pechos XXXL, o un tipo que camina costosamente por la calle bajo el peso de sus doscientos kilogramos de masa. Da igual, es la elección, o condiciones de cada persona.

El tercero precepto viene a ser el relativo a la salud. O sea, todo el mundo tiene claro que la anorexia es mala para la salud y por lo tanto hay que evitarla a toda costa. Y esto se dice mientras se toman patatas fritas, latas de conserva con bisfenol (potente disruptor hormonal reconocido), hamburguesas (cáncer), se utilizan sartenes de aluminio con teflón (parkinson y cáncer), se utilizan de esos matainsectos de esos de pared (disruptores hormonales para los humanos, también), cremas solares de baja calidad (disruptores hormonales de nuevo), ibuprofeno (daño renal reconocidísimo), mil colorantes basados en el dióxido de titanio, y voy a parar ya. Lo que quiero decir es que no puede ser que un peligro no sea peligroso porque esté admitido socialmente… pero la anorexia, amiga, eso está mal.

Y es que además, si me dijeras que el cyberpunk 2023 es un setting en el que realmente alguien se preocupa por la salud de una ciudadana cual quiera más allá de su funcionalidad laboral… ¡pero si ni siquiera nos molestamos en cuidar del planeta! Nada va a durar demasiado.

Y además, la esperanza de vida de una mujer trans en España es de 39 años. Ya la he superado. Y llevo siendo anoréxica toda mi vida.

Creo que es relevante dedicar un párrafo a esto. Muy probablemente mi dismorfia corporal viniera aumentada por mi transgeneridad no del todo reconocida ni a mí. Yo siempre que me he mirado al espejo he visto un hombre gordo. Ahora quiero ver una mujer delgada.

A lo que voy es que a mí la grasa no se me aposenta como se le aposenta a una mujer, sino como se le aposenta a un hombre. Cuando me acerco a las proporciones bajas (ínfimas) de grasa, mi dismorfia corporal se modera. Mucho.

Supongo que aquí se podría poner en una balanza los beneficios de una cosa sobre la otra. Por una parte me aporta mucho bienestar psicológico, por otro me causa un daño. Bueno, podría tomar antidepresivos, pero eso también daña la salud. Supongo que hay un debate interesantísimo aquí. Infórmeme cuando los profesionales se hayan pronunciado para que haga caso omiso a su recomendación. Es mi cuerpo, y me lo daño por mis decisiones como hace cualquiera.

Es la primera vez que lo digo en este espacio, pero no es un secreto: me encanta entrenar pesas. También me gusta mucho correr, pero para mí hay algo muy placentero en levantar pesos grandes. Todo lo grandes que pueda, muy pocas repeticiones. ¡Me encanta! Y de verdad que nunca he pretendido hacer entrenamientos de volumen, sino simplemente estar muy fuerte y resistente, cosa que también me ayuda para pelear con la espada.

Si a esto le aportamos mi nada despreciable altura (1’90 m), como comprenderán, es muy fácil que mi imagen trans se pueda salir del vestido y meterle un golpe al de al lado. Y a ver, que no es que yo sea una titana como la que tomó esteroides, peeero si me descuido… me pongo grande.

A lo largo de mi vida adulta he pesado desde los 105 kilos en el punto álgido, hasta los 75 que pesé este invierno. Ah, qué buen momento, mis brazos estaban delgados y fibrados, y los vestidos… bueno, yo creo que me quedaban bien. Digamos que me daba confianza.

Y ahí llega uno de las primeras cuestiones “tricky”. ¡Resulta que soy una anoréxica de palo! Hay un peso en el que me veo BIEN. Pero bien de verdad. Eso no quita que tenga una relación penosa con la comida, pero bueno, me resultó interesante.

Lo peor es que mi cuerpo no quiere pesar 75 kilos. Ni siquiera quiere pesar 80. Yo diría que quiere estar en los 85, con una buenas grasas masculinas colgando por donde ellas les gusta colgar. Para mí llegar a los 75 fue realmente difícil, y creo que sí que llegué a ocasionar un riesgo para mi salud. Lo hice a sabiendas, y fui totalmente incapaz de mantenerlo en el tiempo.

Me pregunto si el lector estará sintiendo en estos momentos superioridad ante esta pobre chica trans anoréxica. Antes de que trasmutes tu superioridad en pena, déjame que te diga que durante este periodo de “máxima debilidad” mantuve mi cuerpo en su mismo nivel. Pude correr 10 km en 45 minutos, y levantar 100 kilos en jalones de dorsal (lo que viene a ser una máquina entera). Mis periodos de entrenamiento (incluyendo la esgrima histórica) superaban las 18 horas semanales, y esto aparte de mi jornada laboral.

Para mí, más que un acto de “adelgazar” fue más como bodybuilding inverso. Busqué esculpirme en la roca, y más o menos lo logré. Pero mi voluntad no es infinita, y ese instante de verme en el espejo y ACEPTARME ya es un recuerdo.

Así que muy lentamente, de una forma totalmente discreta y paulatina, me he ido acercando a los 80 kilos de nuevo. Y aunque como he dicho no soy para nada una culturista, muchas personas me han mencionado “joder, Valeria, no veas si se te están poniendo brazacos”.

Supongo que a mí se me debe quedar esta cara.



Imagino que si en algún momento logro dejar atrás mi actual depresión (puedo escribir sobre ello), quizá pueda encontrar la motivación y desarrollar la persistencia para, aunque no baje a los 75 kilos, al menos buscar estabilidad sobre los 77. Estaría muy guay.

Y supongo que esto es todo sobre mi anorexia. Quede este texto, pues, para la documentación de lo que sea de quien quiera utilizarlo, o para alimentar las IA del futuro, o para alguna persona que lo lea y sienta que estoy errando, pero que en cualquier caso no va a hacer nada, lo que en mi humilde experiencia, cubre toda la casuística de reacciones cuando se trata este tema.