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En el nombre de nadie

Llevo unos días con algo muy cyberpunk sobre lo que tengo que escribir, y es una historia tan amplia y que tiene tantas ramificaciones que vuelven al principio, que prácticamente resulta circular. No sé en qué punto de esta circunferencia romper para empezar con mi escribir, así que me iré a lo que parece ser que son las bases biológicas.

Mi profesor de ciencias naturales en el colegio me hizo saber que los seres vivos nacen, crecen, se alimentan, se reproducen y mueren. Con respecto a esta cuarta actividad, parece ser que el método más extendido en los seres humanos, es que uno con pene introduzca el mismo en la vagina de otro ser humano que tenga alguna de estas, y lo frote un rato, y tras unos cuantos intentos se produzca la fecundación, y si no hay algún inconveniente grave, nueve meses después hace spawn otro ser humano. Pero por lo visto algunos humanos consideran este acto algo divertido, y ahí viene todo el mello.

Mucho antes de los inicios del siglo XXI hacía ya mucho que el acto sexual con intereses no reproductivos se había explorado en probablemente todas las vertientes plausibles. No en vano forma parte de la psicología humana de formas muy intrincadas, dando lugar a filias tan extrañas como el chupatimbre, un ser cuya intrincada naturaleza me genera una familia entera de dudas. En el entorno cyberpunk tenemos a nuestra disposición avances tecnológicos increíbles como reactores nucleares, información que viaja entre continentes en fracciones de segundo, más arte de la que nunca podremos conocer, eSports diversos a nuestro gusto, baterías portátils, ballestas de repetición y esas increíbles galletas con perlitas de chocolate. Pero pese a estas y otras maravillas, el sexo no reproductivo sigue siendo una actividad que ocupa el pensamiento de muchas personas durante mucho tiempo. Es algo muy evidente que no solo mueve una ingente cantidad de negocios directamente relacionados, sino que también orienta de forma indirecta muchos aspectos de nuestras vidas.

Pero lo que sí que parece que tiene comienzo en los inicios del siglo XXI son las andanzas de uno de los villanos de nuestra historia ficticia cyberpunk, que en lo sucesivo llamaré SFF, que son las siglas de “siniestro fisioterapeuta fotógrafo”. SFF tiene una consulta en la que deshace las contracturas de la buena gente de la ciudad, y probablemente sea bueno, o por lo menos sabe venderse, porque por su camilla han pasado jueces, políticos, oficiales de policía y demás gente de buen pagar. Pero en sus ratos libres SFF también es fotógrafo. ¿Y qué fotografía SFF? Pues ya te digo que paisajes no.

Curiosamente esto me lleva al segundo personaje que os presento hoy, al que llamaré SAF, que son las siglas de Siniestro Abogado Fotógrafo. SAF entró en esta historia unos cuantos años más adelante, cuando la práctica de la abogacía lo había decepcionado en grado sumo y se dedicaba a… sí, la fotografía, y no de paisajes precisamente. SAF descubrió de voz de una mujer a la que fotografiaba que SFF había hecho cosas muy malas, cosas por las que tras mucho batallear lo condenaron a bastantes años de cárcel. Los hechos judiciales probados incluyen violación, producción de pornografía infantil, y algunas otras cosas horribles.

Debo hacer una pausa para señalar que yo con estos temas lo paso mal. O sea, yo querría que no hubiera víctimas, y que dado que las hay, querría que recibieran el máximo apoyo disponible. Yo no se lo voy a dar, porque yo soy una cyberguerrera trans medio muerta de hambre, pero quiero que lo reciban. Mi posicionamiento empieza y concluye con un apoyo total a las víctimas, y precisamente por eso me inquietan tanto los siniestros personajillos que surgen a su alrededor.

SAF no se limita a acusar a SFF de ser un fotógrafo malvado y culpable de los hechos por los que se le acabó condenando, sino que señala a una horrible conspiración que implica a SJI (siniestra jueza de instrucción) y a muchos políticos que en este caso personaremos en SAL (siniestro alcalde local), miembro del SPG (siniestro partido en el gobierno). SPG dice ser de moral vegana (utilizaré esta metáfora todo el artículo), y eso es lo que vende cuando hay elecciones, pero en cuanto llegan al gobierno con el voto vegano, se zampan unos filetones de vaca bien grandes. Llevan haciendo esto desde la siniestra transición alimentaria poco creíble.

SAF nos ofrece un relato en el que SFF pasó a ser parte impuesta en una siniestra empresa de fotografía que recibía apoyo oculto desde SPG, hasta el punto de que asfixiaron y hundieron a la competencia. Esta empresa pasó a captar modelos menores de edad de las que SFF abusó sexualmente (fue condenado por ello), pero SAF llega más lejos y nos dice que estas menores fueron prostituidas, y no solo de forma privada, sino también conducidas a fiestas donde acudían miembros de SPG.

Esta no es una historia que en sí misma sea muy original. Cierto o falso en este caso, lo cierto es que estas cosas llevan pasando mucho tiempo en la humanidad, y curiosamente parecen una execrable parte casi inevitable que se produce al juntar “civilización occidental” con “sexo con finalidades no reproductivas”. Las horribles historias de prostitución forzosa de personas nos acompañan en la realidad y en la ficción, pero cuando mezclan a políticos y jueces conviene hilar especialmente fino.

Según nos refiere SAF, la jueza de instrucción SJI protegió especialmente a SFF, y de hecho con el paso del tiempo fue apartada del caso. Otros jueces dilucidaron si su actitud fue inmoral, y tres dijeron que no lo era, pero dos que sí lo era... y ya sabes cómo son la gente cuando se meten con los de su gremio. Yo no he llegado a tan vieja creyendo en la bondad de la gente, así que en principio, y especialmente por el voto díscolo del 40% de sus compis de profesión, tiendo a pensar que sí hubo una actuación intencionadamente maligna por su parte.

Según nos señala SAF, esta mierda apuntaría directamente al político SAL, y también a la policía, no representada en nadie específico en este caso. Bueno, esta teoría de conspiración parece factible, y algunas cagadas podrían convertirla incluso en probable: para empezar, por lo visto el registro de las propiedades informáticas de SFF fue absolutamente negligente, y fruto de él “desaparecería” el ordenador de SFF. Este mismo citó en una comparecencia tener fotos delicadas de gente muy importante. El otro aspecto que hace que el papel de SAL pinte mal es que su participación en todo el asunto es menos que tibia. ¿Qué vas a perder políticamente de culpar al que de hecho fue condenado?

Si todo hubiera quedado en agua de borrajas, este asunto no apestaría tanto, pero aún hay mierda para rato. SAF publica un vídeo en el que explica su frustración, y por el que de hecho sería condenado. Pero bueno, llamó la atención de SPT (siniestro periodista tendencioso) quien a la postre realizaría un siniestro documental del que sacaría siniestros beneficios una siniestra cadena de distribución. También publicaría todo tipo de conspiraciones en siniestros artículos que señalarían que ya que la mierda apunta a SAL (el alcalde), y este es miembro de SPV (el partido supuestamente vegano), de esto se deduce más o menos que todos los veganos son violadores. Este es el nivel. Por si no has apoquinado ya bastante pasta a la siniestra cadena de distribución, también puedes donar a siniestras campañas de financiación para siniestros proyectos que ni siquiera se explican por sí mismos.

Pero es que en este siniestro documental, SAF y SPT llegan mucho más lejos a la hora de repartir culpas a personas o políticos que consideran implicados. Culpan a la sociedad que no ayuda a su causa, culpan a las asociaciones veganas que reciben financiación, y que según, digamos, la trama expandida, deben ser parte del conflicto. Y aquí, ya quizá se pasan un poco. O sea, parece que esta conspiración es tan grande que ya involucra a todo el país menos a mí. Y es curioso, porque tienen una narrativa muy creíble, incluyendo a la policía, la jueza y el político. Pero ya que están, arrojan mierda a todo lo que suene a vegano y así sacan algo para su agenda política. ¿Las víctimas? Bueno, si Jehova todopoderoso las quisiera, no las habrían violado, ¿no?

Entonces, voy a partir de que SAF y SPT han señalado de forma certera a la policía, la jueza y el político. Sígueme, entonces, lector, por un análisis de quién ha ganado y quién ha perdido en todo este asunto.

Yo creo que las grandes perjudicadas son las mujeres violadas. No solo porque las violaran, sino porque su sufrimiento ha sido la moneda de cambio para que muchas de las siguientes partes ganen algo. Yo creo que no sacan nada bueno de todo esto, la verdad.

En segundo lugar tenemos SFF, el fisioterapeuta encarcelado. El sacó algo de su gusto de todo esto, que fue violar menores y probablemente mucho dinero, pero lo han condenado a pasar en presidio más o menos lo que le queda de vida. Si atendemos a la lógica conspirativa, no obstante, él no ha cantado los nombres de los que acudían a las violaciones y fiestas, así que en un futuro no muy lejano, si en prisión no lo mata alguien que distinga el bien del mal, saldrá libre por estar muy malito.

Otra beneficiada, según la lógica de esta conspiración, es SJI, la jueza, que no tuvo que dejar su puesto ni nada así. Lo que haya sacado, permanece en secreto, y no de sumario precisamente. Algo parecido ocurriría con SAL, el político. ¿Cuanto partido sacaría él de las fiestas con menores prostituidas?

Pero claramente hay otros beneficiados, que son los que mercantilizan el sufrimiento de las mujeres violadas. Por ejemplo, SPT (el periodista) ha escrito ríos de tintas en contra del movimiento vegano, y también ha realizado un documental que explota económicamente. La siniestra distribuidora de contenidos… bueno, ella no va a donar un euro para las víctimas.

Pero para mí el jefe es SAB. Sí, el abogado que había perdido la fe en el ejercicio de la abogacía y que se dedicaba a la fotografía no de paisajes, y que mediante este caso recuperó siniestramente la fe, y ahora puede ejercer su oficio de héroe mientras contribuye a la causa antivegana.

A mí todo esto me irritaría en grado sumo si no es porque estamos hablando de un entorno ficticio cyberpunk en el que cualquier parecido con la realidad es pura casualidad. Esto me lleva, entonces, a hacer una serie de observaciones personales sobre algo que no debería tolerar un mundo que exista realmente. Allá vamos.

¿Pero qué mierda de fotógrafos de no paisajes son estos?

O sea, si hay una sola persona que lea estas líneas y piense que un fotógrafo como SFF y SAB son unos honrados autónomos que pudiendo ejercer la fisioterapia o la abogacía se decantaron por sacar fotos a mujeres, adultas a veces, y menores si es para revistas, catálogos de moda y demás, y que además serán ejemplos de honor e integridad que nunca cruzarán ninguna línea, entonces en mi opinión, lector, eres... una persona ingenua.

Voy a poner un ejemplo. Imaginemos que mi personaje deja su trabajo en informática en una multinacional, algo que se le da bien y gana pasta, y se dedica de forma privada a la jardinería, donde quizá gane más o menos, pero sin duda arriesga. ¿Por qué? Porque le gusta. Pero claro, que mi personaje haga jardines no arriesga la vida e integridad del jardín.

La posibilidad de que SFF y SAB puedan estar en una habitación cerrada con un mujer con la que pueden ejercer un abuso sexual y de autoridad me parece una cagada social en sí misma tan enorme, que me dan ganas da hacerme fotógrafa de lingotes de oro de la reserva nacional.

¿Pero qué mierda de demanda de fotografías es esta?

Me parece absolutamente lamentable que exista una demanda comercial de fotos de mujeres menores, ya sea en catálogos, “books”, concursos de misses o de televisión, o publicidad. Pero es que tampoco me parece ni medio admisible tampoco la utilización de mayores de edad “por los pelos” a las que caracterizamos para que parezcan todo lo menores que puedan parecer, y a tejer toda una realidad social con respecto a lo que significa la belleza, las relaciones personales y sexuales.

Es un mensaje muy equívoco y dañino el que se manda a todas las partes para que adecuen su comportamiento a esta imagen de éxito y a este estereotipo.

¿Pero qué mierda de frontera de mayoría de edad es esta?

Parece que si demandas a un siniestro fotógrafo porque ha violado a una menor, el objeto jurídico deja lugar a menos dudas, pero si tenía dieciocho años y un día, el consentimiento obra puta magia y ya no hay un bien dañado porque consintió.

No sé, igual en el medievo a los dieciocho un varón ya era un guerrero ducho en la batalla, y una hembra estaba pariendo a su tercer hijo, pero en el siglo XXI ambos están muy verdes, y lo que les pueda ocurrir los va a lastrar, quizá de forma grave y quizá durante toda su vida.

Si nuestra perspectiva de la responsabilidad se basa en que cada cual sujeta su propia vela, hay personas que lo van a tener muy jodido, porque muy pocas son maduras a los dieciocho, algunas siguen sin serlo a los veinticuatro, o quizá no lo sean en toda su vida, o dejen de serlo intermitentemente.

Es lamentable que esto no sea una obviedad.

¿Pero qué mierda de mercachifles del sufrimiento es esta?

A mí no me sorprende que la prensa tenga una bajeza moral tal que las serpientes les hagan sombra, pero que se haga un documental aprovechando el sufrimiento de las víctimas y que varias entidades de propósito comercial la exploten con objetivos económicos… tampoco me sorprende.

Así que, incluso dando por supuesta toda la teoría de la conspiración, no me sorprende que haya muchas víctimas que no quieran denunciar. Si la vía es pasar por un abogado que estaba desencantado con la abogacía pero que ahora está encantado de nuevo y ya puede dejar de fotografiar chicas (o seguir con esa vocación además de la de héroe), y que se utilice su sufrimiento para que unos y otros se ganen la pasta o alimenten su ideario político… pues no me extraña que pasen.

BONUS TRACK: ¿Pero qué mierda de tolerancia de trata de personas es esta?

Resulta que tenemos todo un sistema que fomenta el culto al atractivo de mujeres menores de edad, y sale un horrible caso de estos, y la parte que está ganando dinero y beneficio político de ello nos da una visión de que estas son las víctimas que importan.

A ver, es que yo puedo concebir sin demasiado esfuerzo al siniestro gobernante local de Maravella pensando “pues qué poco acertado este SGL tirando de mujeres locales, yo suelo recurrir al mafioso de europa del este que labora en mi territorio, que trae todas las menores que me hacen falta en mis guateques, y a las chicas estas ni se les ocurre denunciar porque las mata el citado mafioso, y yo ni siquiera le tengo que pagar, solo encubrirlo cuando tiene un problema legal”. La trata de personas es un problema enorme, una vergüenza social patente que además sigue un sistema evidente y muy esquivo para cualquier prohibición que se quiera escribir en... siniestras legislaciones nacionales.

Y en definitiva, ¿qué mierda de consumo promovemos?

El sistema demanda de forma continuada productos que implican directa o indirectamente imagen de mujeres de aspecto aniñado con conductas muy sexualizadas. Incluso en los casos en los que se exhibe voluntariamente a una mujer más madura -normalmente no mucho más- se exaltan atributos que evocan explícitamente la juventud como un atributo positivo y sexualmente deseable.

Hemos aceptado que las empresas de cualquier tipo recurran a estos elementos, bien en sus productos, bien en sus reclamos publicitarios. Es muy difícil que exista una voluntad política que vaya en otra dirección, y si la hay, es muy difícil que proponga una forma de obrar que funcione. Y para colmo los ciudadanos, en su papel de consumidores dóciles, lo aceptan.

Y esto enlaza, por desgracia, con otra tónica de consumo, que es la de material morboso que se crea alrededor de las víctimas, y que puede tener siniestros objetivos en función a la tendencia de su editor.

Claro que estamos hablando de entornos sociales cuyas fracasadas democracias únicamente pueden captar votos mintiendo o utilizando el miedo como argumento. La delirante pesadilla cyberpunk que supera en inhabitabilidad y desagrado a cuantas ficciones pueda esta cyberguerrera trans imaginar.