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Cinco espadas con alma

Las personas estamos condenadas a vivir más o menos en el mundo que nos ha tocado nacer. Soy de la opinión de que tenemos muy poco margen para tomar decisiones, en primer lugar porque recibimos mensajes que condicionan mucho nuestra conducta, y en segundo lugar, porque tenemos unas necesidades económicas que nos orientan muy claramente a encajar en lugares predefinidos dentro de la maquinaria social. Las formas en las que dejamos un testimonio de nuestra existencia dentro de este contexto pueden ser muy limitadas.

Pero en fin, yo tengo la fortuna de que mi vida tiene espaditas. Estos particulares objetos siempre han atraído mi atención. Cuando era una pequeña criatura inválida, jugaba con los ninjatos de la tortuga ninja Leonardo, y siendo todavía joven leí que Gandalf llevaba también una espada para cuando se quedaba sin puntos de magia. Y desde entonces siempre hubo espadas en mi vida, ya fuera en novelas como la espada de Joram, en juegos, como la espada ancestral del clan león, en videojuegos, como la espada enroscada de DS3, o en mis manos, como piquitos.

Si bien está claro que una espada es un arma, lo que esta transmite puede ir mucho más lejos. Creo que se parece a la forma en la que las connotaciones cambian el uso de una palabra, o el tono altera el mismo significado de un discurso. La mayor parte de espadas fabricadas en el siglo XXI no son de hecho armas, sino adornos de pared, y las mismas espadas que usamos en una sala de armas están desafiladas y abotonadas para evitar causar daño a nuestros compañeros. Un noble japonés del bakufu llevaba su espada como símbolo de su clase social, pero eso no significaba en absoluto que supiera utilizarla.

Yo creo que una espada dice mucho de su propietario, y cuanto más la use, más adquirirá características de la personalidad de este. Hasta una espada de decoración de pared nos hablará del gusto de quien la puso ahí, y la espada más discreta nos puede decir que este no quiere llamar en absoluto la atención, pero si la espada tiene elementos característicos diferenciadores, podemos preguntarnos por qué están ahí, y enriquecernos con esta información, para luego confirmarla, desmentirla o simplemente montarnos nuestra narrativa particular.

Para poner en situación este concepto, he elegido cinco (más una) espadas de entre las presentes en la sala de armas Carranza. En este caso obviamente todas estas espadas carecen de filo y su punta está abotonada, así que se trata de armas de práctica, y por lo tanto no se puede decir que encomendemos nuestra vida a ellas, pero sin duda vamos a querer que nos permitan "jugar" de forma cómoda y efectiva. Esta lista no va a tener espadas con vistosos artificios, su belleza y los detalles a interpretar van a estar siempre sometidos a las necesidades prácticas de nuestro día a día.

Ah, y un pequeño descargo de responsabilidad antes de empezar: este artículo no tiene ninguna pretensión, ni pretende mostrar ninguna preferencia personal o dar a entender absolutamente nada. Hasta aquello que pueda sonar a crítica debe entenderse desde la divertida vacuidad del existir y la completa irrelevancia que supone este artículo en la enorme vastedad de la información. No es, ni mucho menos, un texto sobre la esgrima en sí, y de hecho intento que sea accesible para no esgrimistas.

Dicho esto, me meto por fin a escribir de lo que cinco (más una) espadas me dicen de sus propietarios.



Sin ser yo en absoluto una experta, creo que puedo decir que las espadas de mano y media son en las que presento menos ignorancia. En este caso reconozco un modelo muy común en mi sala; el pomo enroscado, el arriaz recto y la hoja de ancho intermedio no son en absoluto significativos más que de un completo pragmatismo.

Que una persona se haga con una espada totalmente práctica a un precio reducido aporta información. Quizá no quería aguantar colas de pruducción incómodamente lentas, o tenía poco tiempo para dedicar a este asunto y vio la ocasión de hacerse con una espada útil sin complicarse la existencia.

Si observamos el arriaz de la espada podremos ver marcas de impactos, e incluso una ligera desviación. Esto me hace pensar que su propietario se bate con brío, o por lo menos alguno de sus oponentes habituales sí lo hace. En cualquier caso, unido al pragmatismo del modelo, me hace pensar que se trata de una persona cuya intención para este arma es hacer asaltos.

Hay otro elemento muy característico, que es el deterioro del recubrimiento del mango. Como señalaré más adelante, esta forma de desgaste tan irregular no suele ser indicativo del roce, sino que parece más haberse originado por impactos. Creo que se puede descartar que los guantes de su propietario tengan aristas, así que es posible que alguna particularidad de su técnica ocasiona que reciba una elevada cantidad de impactos en el mango. No creo que sea un sujeto de los que pelean desde atrás, observando y esperando un fallo del rival.



Si bien en espadas largas he acumulado cierto conocimiento, las espadas de una mano me generan más dudas que certezas tanto en su aplicación armada como en su manufactura. Esta espada, no obstante, me parece excepcional. Incluye modificaciones que no están en ningún modelo comercial y que por lo tanto han implicado una elección y un esfuerzo de adaptación.

El hecho de que una persona invierta esa cantidad de esfuerzo me dice que está muy implicada en lo que hace, y que dedica tiempo a tomar sus decisiones. Esta espada está vividísima, así que pienso que su propietario tiene también gran experiencia.

Las modificaciones en sí también me aportan información. Normalmente las espadas de una mano tienen un arriaz limitado que se va a compensar con el broquel de la mano torpe, pero este caso el tamaño del arriaz es muy inferior la habitual, así que su portador seguramente tenga muy bien asimiladas las técnicas con las que el broquel protege o cubre su mano armada.

Pero aún es más, la ranura que deja el arriaz junto a la espada es muy estrecha, permitiéndole la ocasional captura de la espada de su rival. Esto me hace pensar que su propietario tiene interés en desarrollar algunas técnicas muy particulares, y que quizá la tentación de atacar su brazo o bordear su espada pueda ser una trampa.

En último lugar, este arriaz parece pesado, y diría que se ha compensado con un pomo también voluminoso. Pienso que su propietario tiene un brazo robusto.



En este caso he traído la foto de una pareja de armas que se pueden empuñar en compañía: una espada ropera y una daga española, muy características del renacimiento. Tengo que reconocer que de este tipo de espadas sé lo que he escuchado ateniendo a las clases como oyente, así que mis observaciones serán aún menos certeras.

Voy a atraer la atención sobre un par de elementos muy discretos: cada una de estas armas tiene una goma del pelo en su pomo. Eso me hace pensar que quien las ha puesto tiene el pelo largo (aunque puede que no), así que quizá sea mujer (aunque puede que no). Usaré el femenino para referirme a ella, que ya he usado demasiado el masculino.

Creo que el cuero del mango está desgastado, pero a diferencia de la primera espada, este desgaste es continuado y homogéneo hacia la parte anterior. Esto me hace pensar que la propietaria tiene holgada veteranía en el uso de esta espada.

Pero aún es más, no veo un desgaste específico en la hoja ni abolladuras marcadas en la cazoleta, así que creo que su tirar es elegante y tranquilo, lo que es coherente con el desgaste del cuero.

Pero quiero volver a las gomas del pelo. Si ambas fueran de distinto color, pensaría que las ha puesto sin criterio, pero al haber elegido específicamente que sean verdes, me hace pensar que es su color preferido. ¿Y qué puedo sacar de esto? Pues la verdad es que no lo sé, las implicaciones psicológicas de esta preferencia escapan a mi limitado conocimiento.



Oh, por fin otra espada larga. Qué alegría poder escribir de algo de lo que no soy absolutamente ignorante. Aprovecharé la circunstancia para hablar del óxido; como se ve, esta espada está bastante limpia, ¿y qué me dice eso? Que su propietario ha sufrido un esguince de tobillo. Lo sé, porque yo limpié la espada un par de horas antes de sacarle la foto, y lo hice porque su propietario lleva un mes sin ir a la sala, y por lo tanto me pareció adecuado devolver su espada a un estado de pulcritud suficiente.

En verdad, el óxido y las mellas también dicen algo, pero no mucho. Las espadas de combate no están construidas con el acero más inoxidable del mundo, y cualquier entorno con un poco de humedad complica su mantenimiento de una forma evidente. Podríamos pensar que una espada que esté libre de óxido nos indica que su propietario es pulcro, pero tal vez lo que nos indique es que es obsesivo. En cualquier caso su esguince y mi intervención sacan este asunto del ámbito del artículo.

Pero esta espada está llena de detalles. Ha sido creada por "blackfencer", su hoja es ancha y algo corta, con lo que entiendo que el juego de cortes a corta distancia prima sobre las estocadas a larga.

Pero sin duda no es el único elemento especial. Su arriaz es en "S", y esto es poco habitual. Tiendo a pensar que su propietario tiene la intención de realizar capturas de la hoja del rival, aunque no lo entiendo del todo. No creo que sea simplemente una elección estética, aunque quizá me equivoque.

Y aunque en las gomas del pelo verdes señalé que la elección del color escapa a mi análisis, en este caso sí que voy a traer de forma explícita la elección del AZUL del mango, porque no es discreto.

Quizá el azul no sea el color preferido del propietario, dado que blackfencer no ofrece una gama de colores muy amplia (¡QUIERO NARANJA, BLACKFENCER!), pero sí que implica una elección consciente de un elemento visual que va a ser muy característico en la espada. Esta elección la hizo de una forma proyectiva, cuando lo encargó, así que no tendría claro al cien por cien el resultado final. Esto me hace pensar que su propietario es una persona con interés estético y con cierto gusto por experimentar.

Y para concluir con esta tanda de observaciones, pienso que su propietario tiene más espadas. Creo que conozco a cuatro personas con una espada de esta tipología, y ninguna de ellas la tiene como primera elección.



¿Recuerdas que señalé que sé poco de espadas roperas? Pues de roperas no sabré, pero de sables, tampoco. Y si bien la espada ropera forma parte de la panoplia armada básica de todas las salas de armas, el sable empieza ya a ser café para cafeteros.

Y eso ya es información en sí misma sobre cualquier propietario de un sable: mucho cuidado con él, porque ha ahondado en estas cuestiones de las espadas y tiene un interés profundo por este arma y periodo en específico.

La espada en sí no nos arroja muchísima información en su estructura. De nuevo es un modelo de blackfencer, así que su propietario no tiene prisa pero sí paciencia, cosa que ya me esperaba un poco por su práctica en sí, y el arma está en muy buen estado.

Pero hay un elemento que es muy característico y que salta a la vista, y es que la espada está grabada. El mundo del grabar información en una espada nos abre de nuevo una rica ventana por la que asomar la cabeza y llenar nuestras fosas nasales del olor a información.

En este caso el grabado viene hecho por el artesano, pues hasta podemos ir a su página web y observar cuánto se paga por este servicio. Que una persona pague por un grabado implica intencionalidad, y por lo tanto convicción. Si hubiese puesto su nombre, el de una persona querida o un texto jocoso, pensaría otras cosas, pero no es el caso.

No voy a profundizar en el texto en cuestión, porque eso es su propia historia, y así queda a tu curiosidad, lector, profundizar sobre esta anécdota.

Por ahora se acabó. Como dije al principio del artículo, este texto no pretende nada más que dar salida a algunas reflexiones, y creo que es evidente que conozco a las personas propietarias de las espadas que he traído.

Creo que hay pocas cosas más erróneas que dejarse llevar por los prejuicios, así que es mejor no tomar decisiones en torno a una persona basándonos en el calzado que lleva, el oficio que ejerce, o el vehículo en el que viaja. Siempre nos podemos llevar todo tipo de sorpresas en nuestro sesudo e innecesario análisis cuando nos digan "la verdad es que se la compré a Fugencio cuando se fue de la ciudad" o "en realidad la cogí de un cadáver".

Con esto doy fin a este artículo de espadas con alma. Si te ha gustado y quieres una segunda parte u otro texto de otra cosa, dímelo, pero no en la sección de comentarios porque no existe.