NotBornVal

Bailando por mi identidad de género

Aclaración: en este artículo unifico todas mis personalidades en la primera persona del singular “yo”. Como la disociación de personalidad no es el tema, simplifica la comprensión del texto. Me siento mal haciéndolo así, espero que lo aprecies.


Recuerdo que cuando empecé a dar pasitos por este extraño camino que es “transicionar”, todo se me hacía un mundo. Claro que me faltaba mucho conocimiento práctico y experiencia vital a este respecto, así que únicamente me atrevía a hacer gala de mi identidad de género en fiestas nocturnas góticas donde estas cosas no llaman tanto la atención.

No es que pretenda decir que ahora tenga un convencimiento superior de quién soy, o mucho más carácter o seguridad en mí misma, especialmente cuando lidio con varias personalidades que me arrojan un mensaje muy contradictorio, pero sí que tengo más costumbre, y no siento ya ninguna vergüenza por maquillarme y ponerme un vestido en actos tan cotidianos como echar gasolina a mi vehículo, comprar el pan, o pelearme con espadas.

Evidentemente me quedan muchos pasos por dar, como alcanzar la presidencia de algún gobierno, ganar un oro olímpico en semimaratón, y cambiar mis genitales mágicamente, pero por otra parte sí que he dado pasos de los que casi podría trazar una inútil cronografía. Supongo que muchos de estos hitos personales quizá serían muy fáciles para otras personas, pero a mí se me han hecho un mundo, bien porque dependían de adquirir nuevas competencias, porque tenía muchas resistencias mentales, o simplemente porque no los había identificado.

Pero bueno, mientras yo iba teniendo una idea más o menos preconcebida de lo que tendría que ser mi vida, la realidad obviamente iba por delante y me ponía (y pone) las dificultades que toca en cada momento, y lo que hago es afrontarlas intentando no darme muchas hostias… y para sobrellevarlo, suelo intentar salir una noche cada semana, para bailar en garitos góticos o electrónicos o afines.

Integrar esta actividad en mi vida ha sido algo muy positivo, y no únicamente porque sea realmente el entorno más divertido para ir fantástica, sino porque realmente me distraigo de los problemas de mi vida, y sobre todo porque he conocido a personas que realmente me han ayudado.

Hay muchos ingredientes que hacen de esta actividad algo especial para mí, y creo que mi forma de vivirla no es la habitual, especialmente si tenemos en cuenta que yo no consumo alcohol ni drogas. Y no es que lo vea simplemente como una diversión, sino más como una mezcla de expresión narrativa general con relaciones personales y autovalidación de género.

Y claro, también está el bailar.

Creo que antes de transicionar, nunca bailé. Supongo que hay muchas cosas que no hacía porque cuando no te sientes a gusto con tu identidad, no te sientes tampoco bien con lo que hagas con ella, así que es algo que esquivé. De hecho estos entornos nocturnos no era algo en lo que me divirtiera, sino en lo que trabajé durante años, en un puesto tan incómodo como la seguridad. Debido a esto, adentrarme en ellos desde una perspectiva positiva era un pequeño reto porque implicaba enfrentarme a barreras mentales, pero una vez superadas, era algo nuevo para mí en lo que mi experiencia previa no me condicionaría demasiado.

Aun así, el acto del baile en sí mismo tenía sus propios problemas. Tengo sentido del ridículo como el resto de personas… aunque realmente siempre he tenido la sensación de que hago el ridículo desde el momento del que salgo de casa, así que solamente era un aspecto más. Y bueno, no se me da nada bien. Como dijo mi maestro de espadas tras la fiesta de navidad de hace unos años, “ahora sabemos que Valeria baila como esgrime: torpe y descoordinada”.

Creo que nunca he sido una persona hábil. En mi infancia era la persona más torpe de mi colegio, y necesité cirugía simplemente para poder moverme de forma suficiente. Por si no fuera bastante, siempre recibí una perspectiva muy negativa de lo que podría hacer, así que odiaba cualquier actividad que exigiera coordinación. En verdad, tengo costumbre a que casi nada se me de bien, y de hecho creo que nunca podré estar al nivel de la gente que sí tiene talento, pero en mi beneficio, soy inmune al desaliento, no me canso nunca, y sé centrarme. Por eso he podido aprender un mínimo de, por ejemplo, patinaje y esgrima.

Pero bailar es diferente. No me lo tomo ni medio en serio, ni voy a clases, ni hago otra cosa que entretenerme y divertirme. Simplemente intento estar moviéndome cuando la música es la adecuada, y a veces descubro que he cerrado los ojos y durante un instante apenas tengo conciencia del mundo exterior, sino que únicamente bailo, sin más. A veces de forma más suave cuando la música es tranquila, a veces muy enérgica cuando procede, pero sobre todo, divirtiéndome.

Me gustaría mucho estar en ese estado mucho más tiempo. En ese momento he encajado con un arquetipo del subconsciente en el que todo mi autodebate de identidad de género o de disociación de personalidad han desaparecido absolutamente, y simplemente soy Valeria bailando. La mayor parte del universo son simplemente un telón de fondo, y únicamente están ahí las personas con las que específicamente estoy bailando. Pero incluso con ellas la comunicación en ese momento está también totalmente condicionada por la actividad común, con un lenguaje que tiene relativamente pocas convenciones.

Siempre lo he hecho así, como un acto no necesariamente individual, pero sí bastante íntimo. Sin que importe gran cosa cómo lo hago, porque no hay nada que comparar ni en lo que mejorar, pues el objetivo en sí mismo es hacerlo. Y me transmite una energía que tiene cierta durabilidad, que hace que llegue a casa más contenta, y que al siguiente día esté de mejor humor.

Y aunque la realidad es que la opinión de terceros no es en lógica relevante para este sentimiento, ayer me dijeron que bailaba bien. Con energía, con ritmo, con gracia, y esas cosas que normalmente yo asocio a los demás. Curiosamente no estaba pensando especialmente en hacerlo bien, y me lo dijeron varias personas por separado. Hasta creo que animé a otras personas a bailar.

Creo que esto ha sido un hito superado por mi identidad de género, algo que no podría haber hecho con mi expresión de género masculina, y me siento un poco mejor.

Muchas gracias específicamente a mis góticas de confianza, porque sin vosotras esto no habría sido posible.